“Los
feminicidios en el Estado de México, no tienen como objetivo central el asesinato a la mujer por su sexo, sino por el
desprecio, odio y aborrecimiento a las características femeninas que muestran
hombres y/o mujeres”.
El concepto
sexo se refiere a las condiciones fisiológicas, orgánicas (hormonales, cerebrales, genéticas,
cromosómicas, etc.) de los seres humanos, es
decir, el sexo se define como hombre o mujer.
El concepto de
género se entiende como: “un
concepto teórico que permite estudiar la construcción y reconstrucción de la
identidad de las personas en donde las ideas y significados sobre lo femenino y
lo masculino no son fijas y varían según el uso del contexto”[1]. Por ende, existen cuatro
clasificaciones distintas según sexo y género: mujeres masculinas, mujeres
femeninas, hombres femeninos y hombres masculinos, mismos que además, y de
manera independiente a lo ya explicado, tienen su propia preferencias genérica
u orientación sexual, homosexuales, bisexuales o heterosexuales.
Aclarado el
punto, podemos darnos cuenta que en México algunas mujeres rechazan su
feminidad para convertirse en mujeres masculinas; es decir, mujeres que no se
permiten llorar, fuertes, poco sensibles, mujeres que asumen roles del
estereotipo masculino para destacar en el ámbito laboral, como en el ámbito familiar,
rol que eligen o se imponen así mismas. Todo esto, basado en el estereotipo
social y cultural del mexicano, que es falocéntrico y machista.
En México, los
hombres asumen el rol masculino que les fue impuesto por la estructura social y
moral de la familia tradicional mexicana. Los hombres son proveedores del
hogar, asumen responsabilidades económicas de la familia. Pero ¿qué sucede cuando se convierten en hombres femeninos? Son
juzgados y criticados como “putos”, “jotos”, “maricones”, “mantenidos” “débiles”,
“chillones”, “gallinas”, “nenas”, etc., las criticas y la violencia que se
ejerce se excusa en el hecho de que ese rol no les corresponde. Los hombres no
deben ser sensibles, o dejar de ser
proveedores del hogar, no se les permite tener ninguna actitud o conducta si
quiera parecida a lo femenino porque se les agrede y violenta clara y
abiertamente, desde los comentarios supuestamente bromistas hasta las
agresiones que cuestan la vida.
Entonces,
según una hipótesis, la realidad nos dice que la violencia a la mujer no radica
en el sexo de ella, sino en el desprecio a las características del género
femenino. Es decir, si un hombre se riza las pestañas, usa un poco de brillo
labial o se hace la manicura es tachado de “puto”, sin que ello implique que
aquel hombre tenga una orientación sexual homosexual, el simple hecho de tener actitudes femeninas genera acciones violentas
por parte de hombres o mujeres.
Los
feminicidios en el Estado de México, no tienen como objetivo central el asesinato a la mujer por su sexo, sino que el
asesinato se da por el desprecio, odio y aborrecimiento al género femenino y
sus características. Todo aquello que sea femenino en mujeres u hombres, tiene desprecio
por un segmento de la sociedad.
Las frases
peyorativas como: “Lloras como niña”, “Tenía que ser mujer”, “Pareces una
niñita”, “Es vieja, ¡que esperabas!”, “¡pegas como niña!”, son una pequeña muestra
del desprecio que hay hacia el género femenino, no exclusivamente hacia la
mujer vista por sus órganos pélvicos sexuales. Sea hombre o mujer, mientras
denote conductas femeninas, recibirá las mismas demostraciones de discriminación
y violencia.
El tema de los
feminicidios en el Estado de México necesitan un análisis profundo. El diseño
de las políticas públicas que deben implantarse debe estar basado en estudios
de género, sexo y sexualidad humana (identidad sexo-genérica), no pueden ser
solo temas de agendas de gobierno con títulos rimbombantes o campañas que
generen desprecio por un sexo u otro, deben ser planteadas con estadísticas y
estudios mas profundos.
Es importante
saber que la hipótesis respecto al desprecio hacia las características femeninas,
no maquilla las cifras alarmantes de mujeres asesinadas ya sea por lo femenino
o por su sexo. En el 2014, fueron asesinadas 1,042 mujeres brutalmente, 353
casos fueron tipificados como feminicidio, 7.2 mujeres mueren diario, 7,185
están desaparecidas.
La edad
promedio de mujeres asesinadas es de 21 a 40 años, la cifra más alta la
encabezan las amas de casa. Solo existen once alertas de género en el Estado de
México, solo catorce estados de la república contemplan al feminicidio en su
Código Penal, siete estados tiene protocolos con perspectiva de género,
mientras que 17 estados aún tienen tipos penales difíciles o imposibles de
acreditar como feminicidio.
En conclusión,
los feminicidios a nivel nacional y estatal tienen un grave incremento
estadístico por diversas razones: el odio a la mujer por el sólo hecho de ser
mujer, el odio hacia las características femeninas que también pueden estar representadas
en un hombre, el machismo, el falocentrísmo y el heterocentrísmo imperantes en
la sociedad y que generan violencia.
[1] Pedroza
de la Llave, Susana Thalia, “Comentarios sobre las instituciones en México
encargadas de erradicar los estereotipos de género”, Ed. Porrúa, México 2015,
Pág. 224.